Chile: entre la esperanza y el escepticismo

El proceso político en marcha en Chile es y está siendo monitoreado de cerca por otros países sudamericanos que también enfrentan problemas importantes. Sergio Bitar ofrece un panorama de la situación actual de Chile y sus consecuencias, así como los problemas y desafíos que deben superarse.

Sergio Bitar, un ingeniero de formación y hombre de izquierda, fue ministro de Minería de Salvador Allende en 1973. En 1973 fue encarcelado en el campo de concentración del dictador Augusto Pinochet, liberado en 1974 tras campañas de solidaridad internacional y obligado a un largo exilio. Tras la retirada del dictador, Sergio Bitar, miembro fundador de una nueva formación de centro izquierda, el PPD, Partido por la Democracia, regresó a Chile. Participó en los gobiernos de Ricardo Lagos como Ministro de Educación de 2003 a 2005 y de Michelle Bachelet como Ministra de Obras Públicas de 2008 a 2010. Fue Senador de 1994 a 2002 y Presidente del PPD de 2006 a 2008. Sergio Bitar es autor de una veintena de trabajos sobre política en Chile y transiciones democráticas. Como coautor de un ensayo sobre esta última cuestión, fue invitado por la Fundación Jean Jaurès a presentar este trabajo el 15 de marzo de 2017. Sergio Bitar accedió amablemente, en respuesta a nuestra solicitud, a renovar el ejercicio, esta vez por escrito, sobre la crisis democrática que vive Chile desde hace varios meses y las perspectivas que ofrece la recién elegida Convención Constituyente.
Jean-Jacques KourliandskyDirector del Observatorio de América Latina de la Fundación Jean Jaurès

El actual proceso constitucional marcará las próximas décadas

Las protestas sociales de 2019, el plebiscito de 2020 y la elección de una Asamblea Constituyente en 2021 fueron hitos en un proceso de transformación que se extiende por América Latina. Desde Argentina hasta México, los países enfrentan sus mayores crisis desde los días de las dictaduras y las transiciones democráticas en los años 1980.

Desigualdades y discriminación, aparatos estatales incapaces de responder a las necesidades de la mayoría, elites cerradas enfrentadas a las demandas de las clases media y trabajadora, aspiraciones legítimas desatendidos por las instituciones, atraso tecnológico y globalización digital: todas estas son realidades que se han exacerbado. durante la pandemia. .

Pero al mismo tiempo han surgido nuevas oportunidades de cambio, de pacto social y de participación democrática. Se fortalecieron y los ciudadanos tomaron conciencia de que era posible una forma de vida diferente.

Por eso la experiencia de la Asamblea Constituyente será crucial para el futuro de Chile. Tendrán que ser vigiladas por las fuerzas políticas y sociales de otros países latinoamericanos mientras buscan nuevas formas de salir de la crisis.

¿Qué carreteras se abrirán en Chile?

Incluso antes de la pandemia, lo que llamamos la explosión social de 2019 estaba sacudiendo el sistema político; Los partidos de derecha y sus gobiernos han exacerbado los problemas. Afortunadamente, casi todas las facciones en el Congreso respondieron rápida e inteligentemente acordando un proceso de reforma constitucional que garantizaría que sean los ciudadanos quienes decidan, mediante un referéndum, reemplazar la Constitución actual por una Asamblea Constituyente.

Luego vino el referéndum y, en mayo de 2021, la elección cuádruple de votantes, alcaldes, concejales y gobernadores regionales. Los resultados fueron sorprendentes. La primera sorpresa en el referéndum fue el gran número de votos “Estoy de acuerdo” a favor de la propuesta de redactar una nueva constitución. Llegó al 80%, a pesar de la oposición de sectores de la derecha económica y política que apoyaban el “Me niego”.

La segunda sorpresa fue la repetición de este 80% en la elección de los electores, impidiendo a los sectores conservadores alcanzar un tercio de los diputados y perder así su poder de veto: la nueva Constitución debe ser el resultado de acuerdos aprobados por una mayoría de dos tercios. Estos resultados generaron temores, la bolsa cayó y algunos auguraron un desastre.

La tercera sorpresa fue el elevado número de independientes electos. Para un país con una larga tradición de democracia representativa organizada por partidos, el resultado fue inquietante. ¿Por qué triunfaron los candidatos independientes y tantos jóvenes? Hay razones tecnológicas. Los jóvenes utilizaron intensamente las redes sociales, aprovechando los conocimientos adquiridos durante la pandemia. Además, una gran proporción de votantes expresó una fuerte preferencia por los independientes y el rechazo de los candidatos de los partidos. Esto también contribuyó a que el Congreso aprobara una ley que por primera vez permitía agrupar a los independientes en una lista, permitiéndoles concentrar sus votos.

Otra sorpresa fue el espectacular avance de las mujeres, que no tuvieron que depender de la regla de paridad para alcanzar el 50% de los escaños. Al contrario, obtuvieron más victorias que los hombres y tuvieron que cederles puestos.

Pero no todo ha cambiado tanto. En las otras tres elecciones celebradas el mismo día, las fuerzas políticas dominantes lograron mantener su fuerte presencia durante la construcción democrática. La coalición de centro izquierda volvió a recibir la mayoría de alcaldes, concejales y gobernadores regionales; La derecha siguió siendo la segunda fuerza, aunque más débil, y el resto de la oposición de izquierda, el Frente Amplio (Frente Amplio) y el Partido Comunista – ha logrado avances significativos.

Más allá de los resultados inesperados, hay que destacar un hecho muy importante: la aceleración de un relevo generacional que puede renovar partidos y líderes y transformar la estructura política actual con más mujeres y jóvenes.

Preguntas principales sobre la selección de componentes.

Todavía es demasiado pronto para saber qué representará cada electorado, cómo se unirán y quiénes aceptarán alcanzar los dos tercios necesarios para integrar las diversas cuestiones en la constitución. Lo esencial y positivo para el futuro de Chile es que los ciudadanos hayan elegido un camino democrático, institucional.

A medida que avancen las deliberaciones constitucionales en los próximos meses, la atención se centrará en las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre de 2021. La derecha se ha reducido mientras que el electorado se ha desplazado hacia la oposición. En la oposición surgieron dos opciones principales: un movimiento de centro izquierda lamentablemente disperso y debilitado y una izquierda radical fortalecida. Estos dos izquierdistas se enfrentarán en las próximas elecciones presidenciales.

Pero ¿quién tendrá la capacidad de gobernar, impulsar reformas importantes, disponer de una mayoría parlamentaria y liderar una transición constitucional? No basta con ganar las elecciones presidenciales; Es fundamental tener la capacidad política y técnica para gobernar. Un gobierno débil podría obstaculizar ambos procesos, las reformas y el trabajo de la Asamblea Constituyente. La derecha está debilitada y la izquierda radical no ofrece garantías de capacidad para gobernar. Creo que sólo el centro izquierda podría gestionar mejor este período de cambio y consolidar la democracia. Lamentablemente, ahora está fragmentado.

A esta incertidumbre se suma otro hecho preocupante: la baja tasa de participación electoral. La introducción del voto voluntario en 2011 bajo el primer gobierno de Piñera fue recibida con indiferencia. El referéndum de 2020 debería haber generado una alta participación; apenas superó el 50%. En las últimas elecciones cuádruples de 2021, esta participación electoral cayó al 46%. Hoy, la democracia chilena depende de menos de la mitad de sus ciudadanos. Ésta es una mala señal para el futuro. Afortunadamente, parece haber suficientes mayorías posibles en el Congreso para restablecer el voto obligatorio. En una democracia, votar no es sólo un derecho, sino también un deber.

Los ejes básicos del debate constitucional

El gran debate constitucional tendrá que moldear la sociedad en la que queremos vivir en las próximas décadas. Los desafíos globales y nacionales son enormes: desigualdad, cambio climático, aceleración tecnológica y democracia digital.

El debate y el trabajo de redacción constitucional deben centrarse en los siguientes puntos: un sistema político presidencial o semipresidencial; la protección de los derechos económicos y sociales fundamentales –y los medios para garantizarlos; la capacidad fortalecida del Estado para reunir a todas las partes interesadas e impulsar una estrategia de transformación; Participación y diálogo social para consolidar la gobernabilidad democrática y el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios.

Apostando por el consenso y la esperanza

Estos debates nos obligarán a pensar juntos en el mundo venidero y acordar un nuevo pacto nacional, un nuevo pacto social y un nuevo pacto presupuestario.

El camino de este proceso dependerá de la madurez de los chilenos y de la calidad del liderazgo político. Debemos cambiar de rumbo reconociendo al mismo tiempo los avances realizados y anticipando los cambios nacionales y globales. La Constitución es para todos; No se puede tratar de imponer un grupo a otro, como se hizo durante la dictadura. El desafío es evitar la polarización, buscar el consenso y recorrer el camino con unidad y esperanza. Los años 2021 y 2022 serán cruciales.

Augusto Bojorquez

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