La elección de la Asamblea Constituyente puso patas arriba el panorama político de Chile

Chile ha votado y el resultado es definitivo. Este fin de semana, los votantes seleccionaron a los 155 ciudadanos responsables de reescribir la constitución del país, un legado de la dictadura militar de Augusto Pinochet. Con el resultado de un pequeño terremoto político.

La derecha gobernante, que está estrechamente alineada con las élites empresariales de Chile y defiende el sistema actual, que dice es uno de los pilares del crecimiento económico del país, obtuvo casi el 24% de los votos. Estaba muy por delante de los candidatos independientes, que se agruparon en dos listas de izquierda y centro izquierda, y obtuvieron más del 35% de los votos.

Resultado muy sorprendente

“Este es un resultado muy sorprendente para todos. La derecha obtuvo menos de un tercio de los escaños en la Convención Constitucional, lo que confiaban les habría dado una minoría de bloqueo. Una parte del electorado tradicional de derecha ya no se reconoce en su oferta política”, analiza Antoine Maillet, investigador del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.

“Los ciudadanos han enviado un mensaje claro y contundente al gobierno y también a todas las fuerzas políticas tradicionales: no estamos lo suficientemente en sintonía con las demandas y deseos de los ciudadanos y estamos siendo desafiados por nuevas expresiones y nuevos liderazgos”, admitió el presidente Sebastián. Piñera.

Reconfiguración política

La Constitución actual, que restringe severamente la acción gubernamental, es vista por muchos como un obstáculo importante para reformas sociales profundas en uno de los países más desiguales de América Latina. Según las encuestas, más del 60% de los chilenos cree que esta constitución ha creado un sistema que beneficia a unos pocos privilegiados.

Amaya Alvez Marín, activista ambiental y feminista, profesora de derecho en la Universidad de Concepción, en el centro del país, es una de las ciudadanas electas de este electorado igualitario, que también incluye representantes de los pueblos indígenas. “Sabemos que hay gente que no quiere este cambio y que habrá un fuerte lobby en esa dirección. Pero la composición de la Asamblea, que incluye mujeres líderes de comunidades indígenas, permitirá trabajar en un clima favorable”, asegura. La asamblea dispone de nueve meses, plazo ampliable por tres, para redactar la nueva constitución, que luego será aprobada o rechazada en 2022 mediante referéndum con votación obligatoria.

Baja participación

“Es necesario crear mecanismos que permitan la participación directa de la ciudadanía y garanticen que la Asamblea pueda trabajar con total transparencia para restablecer la confianza perdida durante años de gobernanza opaca”, advierte Amaya Alvez Marín. La baja participación del 42,5% también podría ser un motivo de deslegitimación del proceso, especialmente por parte de quienes están en el poder en la derecha. Sobre todo porque “es una reunión muy polarizada”. El centro casi ha desaparecido”, añade Antoine Maillet.

Si los resultados revelan “cierta fluidez política, un fortalecimiento de los partidos de izquierda y un rechazo al establishment”, Isabel Castillo, investigadora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica, se muestra cautelosa sobre las lecciones que se pueden aprender. Largo plazo: “Lo sorprendente fue la falta de renovación en la derecha a pesar de todo lo ocurrido en 2019. Hemos visto el fortalecimiento de una derecha no convencional con un discurso más social”. […] Estas elecciones marcan un cambio, pero aún no sabemos en qué dirección. »

Augusto Bojorquez

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