Por qué los chilenos dijeron ‘no’ a la nueva constitución progresista

El resultado es definitivo, con más del 60% de “No” a este proyecto de Constitución, con una participación masiva ya que el voto era obligatorio. Las más recientes movilizaciones por el “Sí”, incluida una multitudinaria concentración en Santiago en vísperas del referéndum constitucional, no podrán, por tanto, impedir la derrota anunciada. Porque desde hace semanas las encuestas arrojaron una mayoría en contra de este texto, que le hubiera dado a Chile la constitución más progresista del mundo.

Entonces, ¿qué pasó que tres años después del masivo movimiento social que vivió Chile, y apenas seis meses después de la elección del joven presidente de izquierda Gabriel Boric, el electorado ralentizó seriamente el impulso del cambio político y social?

El presidente Boric se reunirá hoy con los partidos políticos chilenos en el Palacio de La Moneda para decidir qué hacer a continuación. Como partidario del Sí, había decidido reiniciar el proceso con la elección de una nueva Asamblea Constituyente en caso de fracaso. Pero es posible otra forma menos ambiciosa: cambiar la constitución actual otorgando nuevos derechos; aunque signifique seguir viviendo con un texto cuya base fue adoptada en 1980 bajo la dictadura de Pinochet.

No hay “una” razón para este rechazo masivo, sino “varias” razones, mientras que los chilenos estuvieron de acuerdo en gran medida con el proceso que condujo a la redacción de este texto.

El principal error que cometió la Asamblea Constituyente fue sin duda el de querer aceptar demasiado: después de dieciocho meses de debates a veces confusos, aprobó un texto complejo de 178 páginas y 388 artículos. Entonces, el campo “Rechazo”, que significa “rechazo” en español, es una coalición heterogénea de fuerzas que se oponen a tal o cual aspecto del proyecto de constitución.

Además, hubo mucha desinformación a lo largo de la campaña, con la complejidad del texto complicando la tarea de los partidarios del Sí.

La ambición del proyecto se resumía en el preámbulo de la constitución, que decía: “Chile es un estado social y democrático de derecho. Es plurinacional, intercultural, regional y ecológica”.

Ancló nuevos derechos sociales, como los de las mujeres, los pueblos indígenas, la naturaleza o los animales. Los delegados de la Constituyente no pudieron o no supieron un compromiso, lo están pagando hoy.

Uno de los principales puntos de controversia ha sido la ampliación de los derechos de los pueblos indígenas, lo que puede resultar sorprendente tras la elección de una mujer mapuche, Alisa Loncón, como presidenta de la Asamblea Constituyente. Pero muchos chilenos temían la partición con la autonomía otorgada a alrededor del 13% de los chilenos por los pueblos indígenas y los conflictos con el principio de devolución de sus tierras tradicionales.

Suele decirse que Chile es un laboratorio político: lo fue bajo Pinochet con los economistas liberales y nuevamente desde el movimiento social de 2019. Se deben aprender lecciones de este fracaso de la reforma constitucional, entonces, sobre la velocidad y la escala del cambio en un sociedad dividida. El resto aún está por escribir.

Ascención Avena

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