La sociedad israelí está viviendo horas intensas, en cierto modo sin precedentes. Israel ciertamente tiene una larga historia de protestas. Recordamos los cientos de miles de personas que se manifestaron contra la guerra del Líbano en 1982, o el levantamiento social de las tiendas de campaña en el bulevar Rothschild de Tel Aviv en 2011.
Pero la actual ola de protestas tiene una dimensión existencial; no, como en tiempos de guerra, en la supervivencia del propio estado judío, sino en su identidad, su sistema político o incluso el peso de la religión. Desde fuera, a veces es difícil entender que la mayoría de las veces vemos esta parte del mundo solo a través del prisma del conflicto palestino-israelí, que también está empeorando… Un ataque anoche en Tel Aviv nos recordó que las dos crisis corrió desarrollo paralelo.
Ayer volvieron a producirse multitudinarias manifestaciones en todo el país contra las reformas que debilitarán el papel de la Corte Suprema como fuerza compensatoria, contra el sesgo iliberal de los proyectos de Binyamin Netanyahu y su coalición con la extrema derecha religiosa. Los manifestantes recibieron el apoyo indirecto del líder estatal Isaac Herzog, quien habló de una “pesadilla” e instó al primer ministro a “sacar su plan de este mundo”, usando palabras fuertes.
Benjamin Netanyahu volvió al poder hace apenas dos meses tras ganar las quintas elecciones generales en cuatro años al frente de la coalición más derechista de la historia del país. Si bien algunos esperaban que Netanyahu frenara la influencia de la extrema derecha, en cambio les dio puestos clave con responsabilidad en la seguridad y el gobierno de los territorios palestinos. Y ha lanzado un plan de reforma que está distorsionando el sistema democrático del estado judío.
Esta apisonadora ideológica ha despertado a un sector de la sociedad harto de las riña política de los últimos años. Esta franja de la sociedad es democrática, laica e inclusiva; Y aunque desilusionado con la idea misma de la paz con los palestinos, no se guía por el mesianismo de los líderes actuales, que quieren engullir Cisjordania en nombre de un título de propiedad bíblico.
Son estos dos israelíes los que se enfrentan hoy y tienen visiones opuestas para el futuro. Esta polarización siempre ha existido; Pero esta es la primera vez que el Israel ideológico de los colonos y el clero ha dictado la agenda hasta tal punto. Y quiere imponerlo al resto del país, así como a los palestinos que controla.
Esto explica las reacciones sin precedentes: los reservistas de la unidad de élite de la Fuerza Aérea amenazan con negarse a volar si se aprueban las reformas; o, más simbólicamente, los miembros del comando israelí que liberaron a los rehenes en el vuelo de Air France secuestrado a Uganda en 1976, quienes escribieron a Netanyahu para repudiarlo. El jefe de este comando, que murió en la operación, era el hermano del primer ministro.
Existe el riesgo de una profunda división en la sociedad israelí. A menos que Netanyahu retroceda, la división será completa; Como es la incomprensión que esta crisis está provocando entre los judíos estadounidenses, que durante mucho tiempo han sido un pilar de apoyo para Israel, e incluso en Francia, si leemos una columna firmada ayer por muchas figuras judías francesas en Le Monde titulada “La democracia está en ‘ juzgando el peligro en Israel'”.
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