Kissinger, realismo y manos sucias

¿Pánico al 100? Al final de su larga vida, Henry Kissinger, que acaba de morir con más de cien años, tenía una preocupación acuciante: la inteligencia artificial. Este salto tecnológico, que de repente se convirtió en toda la comidilla, preocupó al anciano maestro de la diplomacia estadounidense. Si las máquinas pronto podrán comunicarse entre sí, ¿qué quedará de la individualidad humana frente a la competencia que ellas mismas han creado?

Viniendo de este mago de las crisis, este Metternich moderno (el tema de su disertación), que parecía deleitarse con los conflictos multilaterales para imponer soluciones y voluntad estadounidenses, había algo patético en este miedo. La fórmula de Tucídides (“El fuerte hace lo que puede y el débil sufre lo que debe sufrir”) ya no funcionaba o adquirió un significado completamente nuevo porque el fuerte ya no tenía alma.

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Alfredo Arjona

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