Henry Kissinger, gigante de la diplomacia estadounidense, acaba de morir a la edad de 100 años. En 2008, el exsecretario de Estado de Richard Nixon, entonces Gerald Ford, recordó en una entrevista exclusiva un pasado político lleno de ruido y furia y accedió a hablar del papel que desempeñó en Vietnam, Chile o Timor Oriental. Realpolitik en el texto, para una fascinante reinterpretación de la historia.
En 2008, Henry Kissinger, exsecretario de Estado de Richard Nixon y luego de Gerald Ford, no había ocupado ningún cargo político en más de treinta años. Pero sus análisis de la situación internacional todavía tienen una gran demanda en las altas esferas del poder republicano, el campo que siempre le ha pertenecido. El presidente George W. Bush confía a la cámara sus últimos temas de conversación: ¿Cómo responder a los ataques del 11 de septiembre de 2001? ¿Cómo se puede poner fin a la catástrofe en Irak? El exjefe de la diplomacia estadounidense suele hablar poco en los medios. Sin embargo, no faltan interrogantes sobre su responsabilidad en diversos hechos de la historia reciente.
Poder y moralidad
Aunque Henry Kissinger ganó el Premio Nobel de la Paz en 1973 por firmar el Acuerdo de París que puso fin a la guerra de Vietnam, a menudo se le acusó de alentar la escalada del conflicto. ¿Qué papel jugó en el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende en Chile? ¿Cuál era la situación en el momento de la invasión de Timor Oriental por las tropas indonesias? ¿Realmente alentó a la CIA a apoyar la Operación Cóndor, un plan internacional para combatir a los activistas de izquierda en América Latina? Esta vez, el excanciller da respuestas a todas estas preguntas, que hasta ahora había evitado cuidadosamente, en una entrevista que cuestiona la relación entre poder y moralidad. Un autorretrato inusual, complementado con valiosos testimonios, entre ellos el de James Schlesinger, ex director de la CIA, el ex canciller alemán Helmut Schmidt y el escritor Norman Mailer, fallecido poco después del tiroteo. Los archivos utilizados, películas privadas rodadas en Super-8 por el jefe de gabinete de Nixon o dispositivos de escucha del Despacho Oval, también arrojan nueva luz sobre los mecanismos del poder.
“Amante de la cultura pop sutilmente encantador. Evangelista de Internet. Solucionador de problemas de por vida. Entusiasta de la cerveza”.