Las apariencias engañan. Cincuenta años después del golpe del general Augusto Pinochet, que fue controlado remotamente por Washington para pulverizar los impulsos progresistas del Chile de Salvador Allende, el país está gobernado por un presidente de izquierda, Gabriel Boric; mientras que Santiago es administrado por una sindicalista comunista, Irací Hassler. Sin embargo, la nación y su capital están lejos de emprender el camino de una nueva experiencia redistributiva como la de la unidad popular en 1970. Y los viejos demonios todavía acechan en un país profundamente polarizado, donde aquellos que veneran con nostalgia el ciclo del 11 de septiembre se hacen más ruidosos que nunca.
Una visita a la Avenida Matucana N° 501 de Santiago tampoco debe decepcionar: alberga el impresionante Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, una institución deseada por la expresidenta Michelle Bachelet que se dedica voluntariamente a los crímenes de la dictadura. es una de las raras expresiones públicas de trabajo conmemorativo que aún no se ha llevado a cabo en gran medida. Aunque sólo sea para buscar a la persona desaparecida golpeuna empresa que ahora cuenta con el apoyo del Estado pero que sólo interviene tarde (El cargo a partir del 8 de septiembre). Después de la última y más mortífera de sus muchas dictaduras, la vecina Argentina comenzó investigaciones y juicios tras el regreso de la democracia en 1983.
Y luego Chile está luchando por cambiar su constitución, que fue dictada por Pinochet en 1980 y sigue siendo la carta fundamental del país. El levantamiento popular de 2019, cuando cientos de miles de chilenos salieron a las calles para exigir una ruptura entre el presente y el pasado, provocó un fracaso escénico: inspirado por las demandas igualitarias de los manifestantes, una nueva constitución fue rechazada con un 62%. de la votación en septiembre de 2022 Veremos qué pasará el 17 de diciembre, cuando se presente al pueblo un segundo texto: las encuestas son pesimistas.
En cuanto al neoliberalismo introducido durante los años de Pinochet, la promoción de “menos gobierno” y las privatizaciones promovidas apasionadamente por Reagan y Thatcher, ahora es la norma (casi) global. Además, al igual que el paradigma de seguridad surgido tras los atentados del 11 de septiembre, esta vez en EE.UU., hace 22 años. Sin embargo, si las ideas progresistas de Allende logran ser destruidas en una corta mañana de 1973, es de temer que el orden liberal-bélico surgido desde entonces, cuyo rápido ataque se basa en los hidrocarburos, sólo ceda si la vida en el El planeta existe. La tierra lo hace antes que él.
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