PARÍS: Por un lado, los abstemios desilusionados con el sistema político. Por otra parte, los extranjeros que no tengan derecho a voto. En unos días, decenas de franceses ofrecerán su “privilegio de voto” a los inmigrantes deseosos de influir en las elecciones presidenciales.
A cinco días de la primera vuelta, una cuarenta de estas curiosas “parejas” ya se habían formado el martes gracias a la plataforma “Alter-Voter” que hace posible esta conexión. Una cifra anecdótica, muy inferior a la de 2017, cuando mil extranjeros pudieron expresarse a través de este proxy simbólico.
“Cuando vi la plataforma Alter Voters, pensé que podría terminar más interesado en ofrecer este +privilegio+ a alguien que realmente quiere votar”, revela Thomas (nombre asumido), un parisino de 20 años. , sensible al movimiento anticapitalista.
Los que nunca han votado están convencidos de que “no cambiaría el sistema”.
Una semana antes de las elecciones conoce a Bruno Da Silva, un portugués de 23 años, 15 de ellos en Francia, que solo sueña con poner su voto en la urna.
“A falta de algo mejor”, se muestra feliz de poder “decidir” sobre su pareja.
“Claro que no somos nosotros los que vamos a la cabina de votación, entonces no tiene el mismo significado”, admite la estudiante de maestría de la EHESS (Escuela de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales).
Sufragio para extranjeros
El domingo se para frente a Thomas frente a su colegio electoral y no oculta la elección que le confiará: Jean-Luc Mélenchon (LFI) elegirá este sistema alternativo como lo hizo hace cinco años.
“No se aplica a alguien que ha vivido (aquí) durante quince, veinte años y no puede votar (en Francia). Voté por correo en Portugal, pero este voto no tiene sentido porque no vivo allí”, lamenta.
“Los extranjeros que tenemos son ciudadanos que trabajan, van al patronato de copropietarios, que son padres de alumnos, que están metidos en juntas de vecinos. Eres uno con la sociedad. Poder votar sería la culminación de un camino de integración”, dice Thomas Berteigne, cofundador del colectivo Alter-votants, quien espera que esta iniciativa “traiga de nuevo al debate político el tema del derecho al voto de los extranjeros”.
“¿Cómo es que terminamos con tanta gente que no quiere votar y tanta gente que no puede votar? Hay un problema con este sistema de votación”, dice.
El “profundo desacuerdo con el sistema” es el motivo por el que Noé (no quiere dar su apellido), una “libertaria” de 26 años, ha decidido ofrecer su voto.
“Este voto se puede utilizar con más sensatez para las personas que son las primeras afectadas por las medidas del Gobierno en materia de inmigración”, justifica el activista implicado en la gestión de las okupaciones de Nantes. Su círculo militante también organiza este tipo de representaciones alternativas.
Extremo izquierdo
Los extranjeros que se benefician de este voto proceden de “todos los continentes” y votan por “varias sensibilidades”, asegura Thomas Berteigne, aunque los entrevistados por AFP son todos de extrema izquierda.
“No quería involucrarme en su elección pero lo hablamos y estamos bastante conectados”, coincide Noé.
Su socio Felipe Rosselot, un chileno de 23 años, no revelará sus instrucciones de voto. Pero dice que participa regularmente en manifestaciones contra los extremistas de derecha.
“Convertirse en francés es una carrera de obstáculos. Me molesta mucho no poder votar, sobre todo porque me siento francochileno. Así que votar así no es lo mismo, pero mitiga la frustración”, dice. Para él, el derecho al voto sería un “grial”.
Pero para el futuro inmediato, teme la segunda vuelta el 24 de abril y reconoce que “no quiere votar por (Emmanuel) Macron ni por la extrema derecha”. De hecho, tras un largo silencio, admite “podría abstenerme”.
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