Proveniente de una familia de clase media de origen portugués, Marília Guimarães nació en 1951 en Ouro Preto, Minas Gérais, en el sureste de Brasil. Marcada por las injusticias y desigualdades sociales de sus compatriotas, tomó conciencia muy pronto de la realidad de la lucha de clases.
Después del golpe militar que derrocó al gobierno democráticamente electo de João Goulart en 1964, Marília Guimarães se convirtió en Miriam, su nombre de guerra, y participó en la lucha armada contra la junta golpista dentro de la organización Vanguardia Popular Revolucionaria. Abre una escuela que le sirve de tapadera a sus actividades militantes. Desenmascarada por el régimen, pasó a la clandestinidad para evitar el destino generalmente reservado a los opositores políticos.
Tras un año bajo tierra, en enero de 1970, acompañada de sus dos hijos, Marcello y Eduardo, de tres y dos años respectivamente, decidió secuestrar un avión y pedir asilo en Cuba. Durante los preparativos de la operación, confía sus hijos a una joven activista llamada Dilma Roussef, que se convertirá en la primera presidenta de Brasil, durante dos semanas. Después de un largo viaje de varios días por Uruguay, Argentina, Chile, Perú y Panamá, Marília Guimarães llega finalmente a la isla donde pasará diez años de su vida.
En estas conversaciones, Marília Guimarães cuenta su historia y su compromiso combativo contra el poder de los golpistas en Brasil y describe la odisea que la llevó a La Habana. Recuerda su nueva vida en una sociedad marcada por el afán revolucionario y sus encuentros con los líderes políticos más importantes del país como Fidel Castro, Raúl Castro y Ramiro Valdés. Allí también conoció a figuras emblemáticas del anticolonialismo como Almicar Cabral, líder histórico de Guinea-Bissau y Cabo Verde, y su hermano Luís Cabral, primer presidente de Guinea-Bissau y Cabo Verde. Sobre todo, entabla amistades duraderas con los artistas más importantes de la Nueva Trova como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Augusto Blanca, Vicente Feliú y muchos otros. De regreso a Brasil tras la aprobación de una ley de amnistía tras pasar una década en Cuba, no abandonó su compromiso por un mundo más justo. Allí conoció a Lula da Silva, quien se convirtió en su amigo y a quien apoyó activamente en su carrera política, especialmente durante la última campaña presidencial que consagró su victoria.
Salim Lamrani, profesor de la Universidad de la Reunión
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