Una meditación política e íntima llevada por imágenes deslumbrantes, la tercera parte de la trilogía que el cineasta chileno en el exilio Patricio Guzmán dedicó a la memoria oculta de la dictadura de Pinochet.
En 1973, mientras se producía el golpe de Estado de Pinochet, Patricio Guzmán estaba realizando un documental sobre el experimento socialista liderado por Salvador Allende y las crecientes tensiones que lo obstaculizaban. Logra escapar y se quita las vueltas Allá batalla de Chile, que se publicó en Francia seis años después. Desde entonces, el cineasta exiliado ha dedicado una veintena de otras películas a su tierra natal y al “temblor de Tierra “quien instauró allí la dictadura en lugar de”Buscar nuevo“que soñó de joven, elegir al presidente asesinado. Pero al convertirse en extranjero en su país de origen, ya no puede interrogar”.El de lejos“esta historia violenta y oculta que ha hecho de Chile y de Santiago, su capital, los laboratorios de un neoliberalismo que se ha vuelto planetario. En esta tercera parte -después nostalgia de Allá Luz (2010) y EL botón de madre perla (2015) – de una trilogía que es tan política como íntima, Patricio Guzmán continúa examinando las resonancias de tragedias pasadas en el presente. Impresionante barrera montañosa que ocupa el 80% del territorio chileno y culmina allí a una altura de 6.000 metros, la Cordillera de los Andes se convierte en metáfora de su búsqueda de la verdad. “Si Nosotros podría traducir El El decir EL Roca, I creer El Nosotros tenía Hoy EL Respuesta OMS Nosotros extrañar“…
filmador tenaz
Al igual que las películas anteriores de la trilogía, Allá Cordillera de Sueños se presenta como una meditación cinematográfica en primera persona del singular. A través de una partitura visual y de audio bellamente escrita, la voz del cineasta nos acompaña en un viaje donde se encuentran los recuerdos personales y los recuerdos colectivos. Enfrenta la ciudad de su infancia, en la que sólo quedan unas huellas dolorosamente indescifrables, con el silencio mineral de los Andes y recoge también los testimonios de compatriotas que, a diferencia de él, aún viven en Chile. Entre ellos otro cineasta obstinado, Pablo Salas, quien documentó incesantemente las manifestaciones de protesta y su brutal represión aún durante los dieciséis años (1973-1990) de dictadura y logró preservar milagrosamente no solo su persona sino también sus archivos. Filmados año tras año, estos diálogos están sorprendentemente en diálogo con las imágenes inspiradas en Patricio Guzmán, y las imágenes contemporáneas de “mantener el orden”, e ilustran tanto la tenacidad como la fragilidad de la resistencia popular.
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