El nuevo presidente de Chile, Gabriel Boric, de 36 años, nacido en el extremo sur del país, está soplando un soplo de aire fresco sobre América Latina. Este milenio de retórica feminista, ecológica y social basada en la moderación y el diálogo ofrece a la izquierda un nuevo trato.
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Gabriel Boric, el presidente más joven en portar la banda presidencial, nació a unos 3.000 kilómetros al sur de Santiago en Punta Arenas, una de las ciudades más australes del mundo, considerada la puerta de entrada a la Antártida, a orillas de las gélidas aguas del Estrecho de Magallanes.
Como dirigente estudiantil, diputado a los 27, presidente electo a los 35, sentado en las bancas de la facultad de derecho, afinó el deseo de la generación que lo acompaña en el gobierno de instaurar en Chile algo “que parece bastante obvio en Europa: garantizar un estado de bienestar, para que todos tengan los mismos derechos”, dijo a la AFP durante la campaña.
Gabriel Boric articuló su pensamiento contra el modelo económico ultraliberal implantado bajo la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y perpetuado por sucesivos líderes de derecha e izquierda, que endeudaba a la clase media para poder pagar los costos de educación, salud y jubilación privada.
“Si Chile fue la cuna del neoliberalismo en América Latina, también lo será su tumba”, había lanzado nuevamente al frente de una coalición de izquierda unida tras su candidatura de primaria electa.
Heredero político del levantamiento social de 2019, cristalizó tanto el rechazo al modelo liberal como la esperanza de una sociedad más igualitaria durante el segundo de diciembre de 2021, donde derrotó ampliamente al candidato ultraderechista José Antonio Kast, de 55 años, por una puntuación de 55,87. % de votos. Una victoria legitimada por la mayor participación (55,64%) desde que se levantó el voto obligatorio en 2012.
“Honestidad y Transparencia”
En una relación con una politóloga, la nueva primera dama sin hijos Irina Karamanos, la presidenta de izquierda ha elegido vivir en un crisol de diversidad social en Santiago, en Yungay, lejos de las comunidades acomodadas donde vivían la mayoría de sus antecesores.
“El Boris”, como se le conoce popularmente, creció junto a sus dos hermanos menores en una familia simpatizante de los partidos socialista y democratacristiano y estudió en el Colegio Británico de su ciudad antes de ingresar a la Universidad de Santiago donde estudió pero no no completar sus estudios.
Su padre, Luis Boric, un exingeniero químico de 75 años, dice que su hijo comenzó a forjar sus ideales políticos a temprana edad, con mensajes como “seamos realistas, exijamos lo imposible” o “la razón es la fuerza, empoderados por su pintado a mano”. en las paredes de su habitación.
“Su honestidad y transparencia, su apertura al diálogo son dos de las mayores virtudes de Gabriel, y en un futuro presidente de Chile, eso es crucial”, dijo su hermano Simón, un periodista de 33 años.
Desde temprana edad, Gabriel Boric amó los libros y también forjó un vínculo muy fuerte con sus raíces en Punta Arenas, la ciudad que acogió a sus antepasados inmigrantes croatas y catalanes a principios del siglo XX.
“Me relaja leer mucho”, dijo a la AFP el hombre con el brazo tatuado de un faro que ilumina una isla desierta. “Vengo del sur de la Patagonia, donde comienza el mundo, donde confluyen todas las historias y fantasías, en el Estrecho de Magallanes que ha inspirado tantas bellas novelas”.
“Mucho que aprender”
Desde su elección, ha buscado contrastar los estilos de los presidentes anteriores mostrándose cercano a la población y dedicándose a saludar a los más humildes desviándose del protocolo.
Formó un gobierno mayoritario de mujeres, un hecho histórico, con 14 de las 24 carteras ministeriales en manos de mujeres, y dijo que quería liderar un “gobierno verde”.
Aunque dice que tiene “mucho que aprender”, quiere inspirarse en la “experiencia” de presidentes anteriores a quienes ha criticado como líderes estudiantiles y diputados, entre los que destaca el socialista Ricardo Lagos (2000-2006). y Michelle Bachelet (2006-2010, 2014-2018).
Su transformación política más consensuada llega con un cambio de apariencia. Pocos restos quedan del joven desaliñado y barbudo que lideró la Federación de Estudiantes Universitarios de Chile (FECH) durante el gran movimiento estudiantil de 2011, que pedía una “educación pública, gratuita y de calidad”.
El cabello es más corto, la barba más prolija, el hombre ahora usa anteojos y una chaqueta, pero sin corbata.
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