“Es la impunidad de Pinochet lo que estoy atacando”

PAG¿Habíamos hecho de Augusto Pinochet un personaje de ficción? Con su interpretación de la figura del dictador, Pablo Larraín desató un animado debate en su país de origen, Chile, cincuenta años después del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 y de la muerte del presidente Salvador Allende. Su película está disponible en Netflix y se proyectó por primera vez en los cines franceses en el Festival de Biarritz Latinoamérica el 24 de septiembre. El Conde (“El Conde”) tuvo lugar en el último Festival de Cine de Venecia y allí ganó el premio al guión.

Mientras esperaba su película biográfica sobre Maria Callas, después de la de Jackie Kennedy (Jackie) y Lady Di (spencer), el cineasta chileno vuelve a mirar el destino de su país. Imagina al dictador como un vampiro de 250 años que devora los corazones de los chilenos. Ermitaño en una isla secreta, nació como Claude Pinnoche en Francia, poco antes de la revolución, y habría lamido la hoja de la guillotina que cortó el cuello de María Antonieta. Pinochet decidió entonces luchar contra todos los movimientos populares del planeta antes de establecerse en Chile. Mientras sus hijos esperan en vano su muerte para recibir su herencia (el dinero robado a los chilenos y las cuentas en el extranjero), la iglesia contrata a una monja para recuperar el tesoro y descubrir los crímenes del Conde.

“Algunas personas piensan que Pinochet no se puede filmar. Creo que sí. Todo es cuestión de distancia”, subraya Pablo Larraín cuando lo encontramos en Biarritz. El director de la trilogía chilena sobre la dictadura (Tony Manero, Santiago 73, autopsia, NO) optó por el blanco y negro y una apertura muy sangrienta para cautivar al espectador, tranquilizado por una voz en off con acento británico. La historia juega con el registro del simbolismo que estaba cerca del corazón de Ingmar Bergman, pero también con el absurdo, está brillantemente filmada y respaldada por excelentes fotografías. Las tomas aéreas de Pinochet y la monja transmiten un tono a la vez aterrador y poético. Sin embargo, lo cierto es que el confuso escenario y las numerosas idas y venidas de la segunda parte de la obra llevan a que el espectador se pierda un poco, al que en ocasiones le falta la clave para comprenderlo. “Confío en la inteligencia y sensibilidad del público”, explica Pablo Larraín. Entrevista.

Punto: ¿Por qué eligió retratar a Pinochet como un vampiro?

Pablo Larraín: Ya era hora de enfrentar a Pinochet de frente. La dificultad es que la narración estadounidense requiere que una película funcione si tenemos empatía por los personajes. Sin embargo, para mí no se trataba de sentir simpatía por Pinochet. Entonces tuvimos que encontrar la distancia correcta. La sátira y el absurdo nos permiten mirar de reojo, mantener la distancia necesaria y evitar la empatía. Chile nunca ha abordado la cuestión de la impunidad de Pinochet, quien murió sin juicio en 2006. Por eso pensé que era importante contrarrestar esta impunidad. Elegí esta figura del vampiro porque se ha convertido en una figura permanente y eterna. Vivió y murió libremente y había amasado una gran fortuna. La polarización ayuda a generar debate.

¿Cuál es la función del narrador inglés en “El Conde”?

Esto nos permite entender cómo el establishment de Europa y Estados Unidos ve a América Latina y China. Una mirada condescendiente, casi colonialista. Las grandes potencias nos han visto a menudo como países huérfanos. Recordemos las conversaciones de 1970 entre el asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Henry Kissinger, el director de la CIA, Richard Helms, y el presidente Nixon. Aquí se dice expresamente sobre Chile: “Hacer gritar a la economía” (“hacer gritar a la economía”).

Chile acaba de celebrar el 50 aniversario del golpe de Estado lanzado por Pinochet. ¿Cómo analiza la situación política de su país?

Chile sigue siendo un país profundamente dividido. La población está desilusionada porque no se está beneficiando del progreso económico que debería haber resultado de las políticas de Augusto Pinochet. Vive en la ilusión del progreso. Pinochet impuso una forma de pensar y un capitalismo salvaje. Hoy, Chile es uno de los países más desiguales del mundo, con una enorme brecha entre ricos y pobres. Lo más lamentable es que no hay consenso entre la población. No existe un pacto de “nunca más, nunca más una dictadura”. Algunos apoyan y defienden el legado de Pinochet. Incluso quieren que regrese.

La elección de el presidente de izquierda Gabriel Boric, Surgió del movimiento estudiantil y generó muchas esperanzas. Después del rechazo de Boric a la nueva Constitución, ¿no hay hoy una desilusión entre la población?

No me gusta comentar sobre la vida política del país. Pero creo que Gabriel Boric intentó llegar a acuerdos. La sociedad chilena aún no parece preparada. Boric no lo tiene fácil porque el sistema político depende enteramente de un sistema económico controlado por unos pocos. El resultado es una especie de parálisis cuando impulsamos un proyecto socialdemócrata.

El Condedisponible en Netflix.

dmp

Alfredo Arjona

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