Cuando suspendió las instituciones y asumió el pleno poder el 25 de julio de 2021, el presidente tunecino Kaïs Saïed citó la agudeza mental del general de Gaulle para responder a sus críticos: “A mi edad no comenzaré una carrera como dictador”. poco más incierto sobre los acontecimientos de los últimos días en Túnez.
El líder tunecino ha vuelto a una tradición autoritaria, pero lo más importante es que ha sumido al país en una pesadilla racista al condenar públicamente a los inmigrantes del África subsahariana. Se han descrito escenas de persecución en la ciudad de Sfax, otros inmigrantes se esconden por miedo.
La Unión Africana condenó las “declaraciones impactantes” de Kaïs Saïed, que son los términos simples utilizados por la organización panafricana.
El presidente tunecino declaró la semana pasada que “la inmigración ilegal es parte de una conspiración destinada a cambiar la demografía de Túnez para que sea visto solo como un país africano y no como un país árabe y musulmán”. Una versión tunecina del ‘gran reemplazo’ de la extrema derecha francesa, y encima recibió el apoyo de Eric Zemmour en Twitter.
Según las redes sociales tunecinas, hay hasta dos millones de inmigrantes ilegales del África subsahariana, lo que es increíble cuando hay 13 millones de tunecinos. Por otro lado, el número de organizaciones especializadas es de 25.000 o un poco más, un porcentaje muy pequeño de la población.
Pero lo importante no es eso: está convirtiendo a estos inmigrantes negros en chivos expiatorios de una crisis económica y social masiva en Túnez. Durante meses, los ataques contra los migrantes se han ido acumulando en las redes sociales, destacando cada mensaje. Lo nuevo es que estos ecos marginales de Internet ahora están siendo respaldados en los más altos niveles de gobierno.
El contexto es obviamente prometedor: Kaïs Saïed está en un punto muerto político: la participación en las últimas elecciones generales fue inferior al 10 %. El extranjero es un blanco fácil para desviar la atención en cualquier parte del mundo.
El presidente, elegido por amplia mayoría en 2019, sigue gozando de gran popularidad, habiendo puesto fin al caos político que paralizaba el país en 2021; Detuvo la influencia del partido islamista Ennahdha. A pesar de la baja participación, la población no ha perdido la fe en el hombre que se presenta como el hombre providencial que salvará a Túnez.
Pero la deriva de los últimos días es preocupante. Luego arrestó a opositores pacíficos, periodistas e incluso sindicalistas, a riesgo de enojar a la poderosa sede sindical UGTT, que hasta ahora se ha mantenido muy moderada.
La sociedad civil tunecina, que ha demostrado su dinamismo en los doce años transcurridos desde la revolución, ahora enfrenta un nuevo desafío, que se manifiesta en la persecución de los inmigrantes y apretando las tuercas a los opositores.
Este otoño, el autor franco-tunecino Hatem Nafti publicó un ensayo titulado: “Túnez, en el camino hacia el populismo autoritario” seguido de un signo de interrogación (edición Riveneuve, 2022 – Escribí el prólogo). Sin duda, es hora de quitar el signo de interrogación… Kaïs Saïed, el ex profesor de derecho constitucional, ha vuelto a los métodos que Túnez esperaba haber derrotado para siempre.
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