¿Qué día es? “Se me olvida la hora”señala Daniel, un migrante venezolano de 30 años, sentado en el muro bajo de una plaza en Iquique, una ciudad chilena en la región de Tarapacá, 1.700 kilómetros al norte de Santiago, a mediados de abril. “Anoche dormimos afuera. Yo, sólo unos minutos. Tenía miedo de que nos robaran”informa y señala a su compañera Joselin, de 26 años, y a su hija Alanna, que pronto cumplirá 3 años.
Al final de un viaje de dos meses en vagabundo y autobús desde Venezuela, que luego abandonaron” [ils] no comí[ient] no todos los días “Hace una semana llegaron a su destino Chile y cruzaron la frontera hacia Perú. Al igual que miles de otros migrantes, en su mayoría venezolanos en situación precaria, fueron introducidos de contrabando porque no podían pagar un pasaporte o una visa en su país de origen. Esperaban conseguir un trabajo inmediatamente. “Hemos preguntado por todas partes, pero no encontramos nada. Nos da vergüenza estar en la calle”, se queja Daniel. Un transeúnte les ofreció dos bandejas de arroz con pollo. Pero los chilenos que los cruzaron les advirtieron: aquí los migrantes no son bienvenidos.
Para detener la afluencia de Bolivia y Perú, el presidente chileno Gabriel Boric (izquierda) desplegó soldados para patrullar la frontera con los dos países durante 90 días el 27 de febrero. Tiene derecho a realizar controles de identidad y arrestar a las personas que cruzan la frontera. “El Estado no estaba adecuadamente preparado para acoger la llegada masiva e irregular de migrantes”argumentó Gabriel Boric el 15 de marzo. “Lamentablemente, algunos de ellos vienen con la intención de delinquir (…). Los localizaremos y les haremos la vida imposible, en el marco del estado de derecho”.añadió.
clima de sospecha
Esta medida representa un revés: antes de asumir el cargo en marzo de 2022, el programa de Gabriel Boric prometía políticas basadas en la migración Derechos humanos y registro de indocumentados a mil kilómetros del escenario militar. Sin embargo, el 18 de abril, el Parlamento aprobó dos proyectos de ley para endurecer los controles de inmigración y las condiciones de deportación.
Según el Ministerio del Interior, la presencia de militares -una medida popular- ha reducido en un 55% el número de inmigrantes ilegales que cruzan la frontera chilena en comparación con el mismo período del año pasado, con un promedio de 440 llegadas por semana. Pero la militarización pone de manifiesto las dificultades del gobierno para implementar una política migratoria coherente, las carencias del Estado y la fragilidad de un tejido social xenófobo.
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