Es precisamente esta multiplicación del progreso tecnológico lo que ha llevado a esta Comisión de Desafíos Futuros del Senado Chileno, hace tres años, para interesarse por las neurotecnologías. Tras la visita de Rafael Yuste, neurobiólogo y uno de los impulsores del Iniciativa cerebraluna iniciativa estadounidense para mapear el cerebro humano, está empezando a preocuparse por el riesgo que estos avances representan para la seguridad humana y el libre albedrío.
Porque si el desarrollo de la neurotecnología trae esperanza a muchos pacientes, especialmente aquellos que están paralizados o que padecen enfermedades degenerativas como el Parkinson o el Alzheimer, podría conducir a la manipulación del cerebro humano.
“Las normas deben evolucionar rápidamente”, subraya el senador Guido Girardi, presidente de la Comisión y uno de los impulsores de los proyectos de ley. “Ya existen tecnologías que son capaces de leer directamente en el cerebro, decodificar lo que las personas piensan y sienten, pero también de implantarles sentimientos”.
Más que la tecnología en sí, lo que preocupa son las aplicaciones potenciales. “Si esperamos a que madure, es posible que nunca podamos regularlo”, advierte Carlos Amunátegui, de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile, uno de los expertos de la comisión sobre los desafíos futuros en la redacción de leyes.
“Sería ingenuo pensar que este avance no se puede traducir en aplicaciones comerciales”, afirmó Pablo López-Silva, psicólogo y profesor de la Universidad de Valparaíso. “Si el desarrollo de estas tecnologías no es un problema en sí mismo, sin regulación puede ser causa de excesos peligrosos”.
Porque estas aplicaciones, continúa, bien podrían ser pirateadas o contener “neurcookies” que les permitirían reconocer las preferencias de un consumidor o incluso implementar otras nuevas.
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