El brasileño era considerado uno de los grandes pero finalmente sucumbió a la presión de la estrella del fútbol.
Adriano Leite Ribeiro, más conocido como Adriano, es considerado un héroe de culto para cierta generación de aficionados al fútbol. A lo largo de su historia, Brasil ha producido una variedad aparentemente interminable de talentosos jugadores de ataque, desde los días de gloria de Pelé hasta la era actual de Neymar. Pero Adriano era un caso especial.
Nunca antes un delantero había infundido miedo a sus compañeros como los titanes de 1,9 m de altura de Río de Janeiro. Era fuerte, rápido como un rayo y técnicamente brillante, con un pie izquierdo parecido a un cañón que le dio estadísticas de tiro supremas en Pro Evolution Soccer.
Incluso el francotirador sueco Zlatan Ibrahimovic quedó atónito por la calidad de Adriano en el mejor momento de su carrera. “Podía disparar desde todos los ángulos, nadie podía atacarlo, nadie podía tomar el balón, era un animal puro”, dijo el exdelantero del Inter a Sport Bible en 2020.
Sin embargo, la valoración de Ibrahimovic viene con una salvedad: “Disfruté jugando con él, jugué con él y estuve muy feliz. Duró”, añadió. “El cincuenta por ciento de todo lo que haces es sobre la mente.” Si no lo tienes en la cabeza, es difícil.
Adriano ha marcado 74 goles en 177 partidos con el Inter y otros 27 con Brasil, una cifra respetable para la mayoría de los delanteros centrales. Pero podría haber batido todos los récords si no hubiera tenido un temperamento impredecible.
Su ascenso a la cima duró poco y su caída pública fue dolorosa de ver. La carrera de Adriano es quizás la historia más desgarradora que haya conocido el fútbol.
Pero eso no ha impedido que su leyenda crezca año tras año. Con el Inter a punto de ganar su cuarto trofeo europeo, parece apropiado reflexionar sobre el increíble impacto de Adriano en San Siro y en el mundo del fútbol en general.
No ser extrañado
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