El 25 de octubre de 2019, más de 1 millón de chilenos se pararon en Plaza Italia (ahora conocida como Plaza de la Dignidad). El anuncio del aumento de las tarifas del metro no fue el único motivo de esta reunión. Chile ha logrado diferenciarse de sus vecinos latinoamericanos en los últimos años al convertirse en uno de los países económicamente más estables y reducir la pobreza a la mitad.
Pero sigue siendo un país donde las desigualdades se encuentran entre las más altas del mundo, con un coeficiente de Gini sobre desigualdad de 0,46. Esto significa que el 1% de los chilenos posee el 26,5% del PIB nacional. Pero los chilenos se han endeudado y el Estado ha invertido poco en el tejido social: el 10,9% del PIB frente al 18% en Canadá y el 31,2% en Francia. Más del 60% de las buenas escuelas están gestionadas por el sector privado, mientras que la educación superior es muy cara. El sistema de pensiones no permite que un ciudadano promedio se jubile adecuadamente y lo obliga a trabajar mucho después de la edad de jubilación, mientras que el sistema de salud pública tiene una mala relación con un sector privado que administra hospitales de cinco estrellas que el ciudadano promedio no puede pagar.
Chile estuvo en crisis durante varios meses. El gobierno de derecha sacó entonces a relucir su pesado y extremadamente violento arsenal.
Los tanques de asalto han vuelto a aparecer en las calles guanacos, Enormes vehículos blindados que rociaban agua a presión sobre los manifestantes acompañaron las cargas con porras, recordando los años de dictadura. Una gran parte de la población, indignada, lanzó un ataque igualmente violento. El estado de emergencia y los toques de queda no han hecho más que aumentar la indignación de la población.
Acuerdo de paz y nueva constitución
Ante este caos y en un intento por encontrar soluciones, el Parlamento, liderado por la oposición, propuso un acuerdo de paz social que incluía reformar la constitución. El referéndum, que plantea dos preguntas, tendrá lugar el 25 de octubre.
La primera pregunta será si el pueblo quiere una nueva constitución. La segunda cuestión se refiere a la elección de quienes redactarán la constitución: ya sea un comité constitucional, llamado convención constitucional, compuesto por un grupo de ciudadanos electos, o un comité mixto, llamado convención constitucional mixta (50% de los ciudadanos y 50% de los electos). Las encuestas sugieren que la elección recaerá en la Convención Constitucional.
Está previsto un segundo referéndum para el domingo 11 de abril de 2021 para elegir a los 155 ciudadanos que formarán esta convención. En total, no podrá estar representado más del 55% de hombres o mujeres. Así, un distrito que noh El 11, por ejemplo, en Santiago, dividido en cinco municipios, debe proponer seis candidatos: tres mujeres y tres hombres. Para lograrlo, el llamado sistema d’Hont garantizará que en un distrito que habría elegido seis representantes hombres, tendremos que eliminar a tres de los ganadores con menos votos y reemplazarlos por tres mujeres que recibieron más votos. votos. .
Los 155 representantes electos debatirán en el antiguo congreso de Santiago, sede del parlamento antes de la dictadura. El proceso en sí no es tan laborioso. Existe la obligación de obtener una mayoría de dos tercios para cualquier enmienda, adición o propuesta, todo ello en menos de un año. Esta nueva constitución deberá ser presentada mediante votación general y obligatoria con una aprobación del 50% más la mayoría de la población votante.
¿La nueva Constitución calmará el descontento?
Una nueva constitución no eliminará los numerosos descontentos entre la población. Pero es un paso obligatorio y esencial para deshacerse de las interpretaciones neoliberales de la Constitución establecidas bajo la dictadura. La constitución permitió la privatización de varios recursos naturales, incluidos el agua, el cobre y el litio. Este derecho a la propiedad privada está anclado allí y forma la columna vertebral de la interpretación y legitimidad de las acciones del Estado y su relación con la economía y la sociedad.
Además de su importancia simbólica, una nueva Constitución permitirá un debate de carácter socioeconómico que se centrará en el papel del sector privado, particularmente en la prestación de servicios como educación, sanidad, pensiones, etc.
¿Qué cambiará?
¿La Asamblea Constituyente discutirá cuestiones de buena gobernanza o establecerá cuotas vinculantes basadas en el género? Además de la representación de los pueblos indígenas en el Congreso, los debates sin duda también se centrarán en el reconocimiento de los pueblos indígenas y sus derechos tradicionales. ¿Abordará la Convención la cuestión del nombramiento de jueces? ¿Hará cumplir la regla del precedente (decisión rígida), que exige que los tribunales inferiores sigan la jurisprudencia de los tribunales superiores? ¿Propondrá un sistema policial reformado para lograrlo? carabina ¿Juegan un papel más importante como protectores de los ciudadanos, independientemente de las diferencias de cultura, clase, ideología, etc.?
La oposición será entre quienes no quieren perder sus privilegios y quienes sueñan con un Chile mucho más igualitario, hasta la esperanza de la renacionalización de los recursos naturales y una vida con una jubilación digna y digna de un país miembro de la OCDE. es .
Un debate para ver, como en un laboratorio; no el del neoliberalismo como bajo Pinochet, sino el de la democracia. Entre el sueño de Allende y el de Milton Friedman.
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