“Si se aprueba esta ley, será el fin de la era democrática de este país”, dijo el principal líder de la oposición, Yaïr Lapid, en línea con los manifestantes que creen que la reforma pone en peligro el carácter democrático del Estado de Israel. Una “cláusula de excepción” incluida en la reforma permitiría al Parlamento, por mayoría simple, revocar una decisión del Tribunal Supremo que el primer ministro y sus aliados consideran politizada. El propio Benjamin Netanyahu ha sido acusado de corrupción por varios cargos. Si se aprueba, la ley podría serle útil para anular una posible condena, argumentan sus críticos.
Los debates en las salas de la Knesset son particularmente turbulentos. Estallaron enfrentamientos entre diputados del partido centrista Yesh Atid, que se oponían a la reforma, y el presidente de la comisión parlamentaria, Simcha Rothman, del partido de extrema derecha Sionismo Religioso, que defendía la reforma. Para regresar al poder en diciembre pasado, Netanyahu reunió una coalición de su partido Likud, partidos de extrema derecha y partidos judíos ultraortodoxos, creando uno de los gobiernos más derechistas en la historia de Israel.
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