Las ciudades de Quintero y Puchuncaví, ese “Chernóbil chileno” donde se “sacrifica” la salud de los habitantes.

Primero fuerte dolor de cabeza, mareos. Luego como una sensación de pesadez en los muslos. Aturdida Belén Jiménez de 15 años intentó salir de su salón de clases el viernes 1ah Abril: imposible, no sostenían las piernas. “Un compañero me apoyó hasta la enfermería. Tenía miedo, quería llorar”recuerda al estudiante de la 2de de la Escuela Secundaria Politécnica de Quintero.

Belen Jimenez, quien sufrio un envenenamiento, y su madre Maria Sarabia en Puchuncavi (Chile), 30 de agosto de 2022.

Como ellos, decenas de personas se intoxicaron en 2022 tras inhalar compuestos orgánicos volátiles en Quintero y Puchuncaví, dos localidades vecinas de más de 50.000 habitantes, 160 kilómetros al noroeste de la capital Santiago. Solo a principios de junio se identificaron cien casos.

Las escuelas estuvieron cerradas durante toda una semana: los niños son más sensibles a estos episodios. Las autoridades lo saben. La cumbre de la contaminación está lejos de ser la primera en esta zona ultraindustrial, que los políticos dicen que ya es “sacrificado” en temas de salud y medio ambiente.

Los residentes causan malestar constante y envenenamiento regular, lo que le valió a la zona el nombre de “Chernobyl chileno”, acuñado por la ONG Greenpeace. “Empiezo el día con paracetamol y un antiinflamatorio”dice María Sarabia, de 49 años, madre de Belén y miembro de la asociación de padres de familia de la Escuela Secundaria Politécnica de Quintero.

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Ella, al igual que sus vecinos, refiere dolores de cabeza repentinos en medio de la noche, náuseas sin explicación. “Toma, ¿te duele la cabeza? Es normal. Nos están matando poco a poco porque nos vamos enfermando poco a poco”.confirma Rosa Jarra, de 54 años, vecina de Quintero, también miembro de la asociación.

“El Premio a la Modernidad”

Pero Quintero y Puchuncaví parecen una postal: la bahía batida por el Pacífico, sus casitas de pescadores o casas de veraneo, ocres, amarillas, rojas. Y la niebla que baña el acantilado de un acolchado azul grisáceo. Un escenario que ha inspirado a los poetas chilenos. Luego, en continuidad, como un robo: cuatro turbinas, una central eléctrica a carbón humeante y un puerto, formando el dantesco complejo industrial de la bahía. Según la Alcaldía de Puchuncaví, existen quince empresas que emplean a más de 3.500 personas.

El complejo industrial muy cerca de la playa Las Ventanas en Puchuncaví (Chile), el 31 de agosto de 2022.

Esta planta, iniciada en 1958, fue ampliándose a lo largo de los años, destacando la llegada de la fundición y luego la refinería de Codelco, el peso pesado público del cobre, la química chilena Oxiquim, la gasista chilena Gasmar, una fábrica de cemento… En Chile es esta una de las cinco denominadas zonas “víctimas”, enumerados en una nota técnica del congreso a partir de julio de 2022, también reconocido por la ONU. Lo que todos tienen en común es la presencia de una central eléctrica de carbón.

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Augusto Bojorquez

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