Analizar. La novena Cumbre de las Américas, programada para durar cuatro días, estaba programada para abrir en Los Ángeles el martes 7 de junio. La lista final de participantes de esta reunión, que se realiza cada tres o cuatro años desde 1994 y que pretende reunir a los jefes de Estado del continente, fue polémica hasta el final. Punto de discordia: la negativa de Estados Unidos a invitar al país anfitrión en 2022, Cuba, Venezuela y Nicaragua por considerar que no respetan los principios democráticos.
La decisión provocó una protesta en toda la región. Catorce líderes de la Comunidad del Caribe (Caricom), seguidos del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, el boliviano Luis Arce y la hondureña Xiomara Castro, anunciaron que no asistirán si Washington mantiene su voluntad de exclusión..
El presidente argentino, Alberto Fernández, también dudó. Incluso el brasileño Jair Bolsonaro ha insinuado que podría estar ausente por sus propios motivos, lo que algunos analistas atribuyen a la decepción de que Joe Biden rechazara una reunión bilateral.
pesadilla diplomática
La organización de la cumbre se ha convertido en una pesadilla diplomática. Ante las protestas, el señor Biden soltó el lastre y anunció una reducción de las sanciones impuestas a Cuba y, en menor medida, a Caracas por su antecesor Donald Trump. Los presidentes de los países interesados no están convencidos: el nicaragüense Daniel Ortega, el cubano Miguel Díaz-Canel y el venezolano Nicolás Maduro anunciaron que no acudirán a Los Ángeles bajo ningún concepto.
La diplomacia de Washington se activó para persuadir a los demás. Christopher Dodd, asesor especial de la Cumbre de las Américas, llamó al presidente mexicano y fue enviado a Brasilia, Buenos Aires, Santiago y Montevideo. El viaje fue un éxito. Dodd obtuvo la presencia de los jefes de Estado de Caricom, Alberto Fernández y Jair Bolsonaro… a cambio de una reunión entre este último y su homólogo estadounidense.
Joe Biden había prometido durante su campaña volver a conectar con el espíritu de apertura hacia Cuba de Barack Obama, y muchos esperaban que presentara una visión renovada de la presencia de Estados Unidos en la región tras los cuatro años de mandato de Donald Trump centrados en la lucha contra la migración. Trump tampoco asistió a la última cumbre en Lima en 2018. “La cumbre de Los Ángeles debería resaltar estas nuevas ambiciones de Biden para América Latina. Destacó especialmente su parálisis”destaca Gaspard Estrada, Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe.
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