Última parada de este largo viaje: un registro civil en Santiago, donde el joven transexual acaba de presentar una solicitud legal para cambiar su identidad de acuerdo con la ley de identidad de género que entró en vigor el 27 de diciembre.
“Hoy siento que quiero serlo”, dijo a la AFP Andy González, quien llegó a Santiago a los 18 años desde su ciudad natal de Curicó, en el sur del país. “Me identifico como Andy y puedo decirlo abiertamente”.
La ley, aprobada por el parlamento en septiembre de 2018 después de cinco años de amargos debates en este país latinoamericano notoriamente conservador y anunciada por el presidente Sebastián Piñera dos meses después, permite a los adultos cambiar su nombre y género en la oficina de registro en presencia de dos Testigos. .
Para realizar este trámite los jóvenes entre 14 y 18 años deberán estar acompañados de un representante legal y contar con autorización judicial.
Chile se suma a varios países latinoamericanos que han aprobado leyes similares en los últimos años, entre ellos Argentina, Uruguay, Colombia, Bolivia, Ecuador y Perú.
“Fue difícil conseguir esta ley. Fueron cinco años de intensos debates legislativos en los que se expresaron irregularidades, por ejemplo que éramos parte de una conspiración para destruir a la familia”, recuerda Alessia Injoque, directora de la Fundación “Iguales”.
“Esta ley es muy positiva porque permite a las personas trans reconocer algo tan básico como su nombre”, afirma la feliz mujer que, a sus 35 años, dejó atrás su “disfraz masculino” para aceptar su condición de transgénero.
– Situaciones desagradables –
Andy dice que notó en el jardín de infantes que su cuerpo era diferente al de sus compañeros de clase. Cuando era adolescente, su malestar con la forma de su cuerpo aumentó.
“Me sentí diferente, estaba muy retraída, en mi mundo, en mi burbuja. Estaba muy sola porque no sabía qué camino tomar. En el momento en que mi cuerpo empezó a tomar forma, caí en una depresión, y eso me hizo sentir profundamente”. “En mi juventud, era una persona muy tímida”, dice el joven, quien, según él mismo admite, “pensó en suicidarse. ”.
A los 18 años, Andy, todavía llamado Darlyn, se muda a Santiago para estudiar cine. Lejos de su familia y de su entorno social, encuentra la libertad de expresarse y vivir más libremente su nuevo género.
Ahora que está iniciando su carrera y viviendo en pareja, Andy dice sentirse mejor y más en sintonía con su cuerpo, incluso “cuando hay días difíciles”. “Hay días en los que me gusta cómo me veo a mí mismo y a los demás, cuando recuerdo que mi cuerpo no coincidía con mi forma de ver y sentir”.
“Es muy difícil expresar lo que siento”, dice el hombre que comenzó un tratamiento hormonal hace tres años y luego pidió a sus familiares y amigos que lo llamaran Andy.
Antes de que la ley entrara en vigor, el joven transexual intentó cambiar su identidad. Pero los retrasos y los costes que ello supone, sobre todo en los exámenes médicos, lo desanimaron.
Cuando la ley entró en vigor, se apresuró a acudir al Registro Civil para iniciar el trámite, poniendo así fin a las situaciones desagradables creadas por la diferencia entre su apariencia y el nombre que figuraba en sus papeles.
Se alegra de que su nueva identidad, que deberá obtener en un plazo de 40 días, le permita por fin “ser tratado con dignidad”.
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